Ayer todos los astros se alinearon para que Nelsinho, justo cuando se encontraba con el agua al cuello, subiera al podio y, quién sabe, pero presumiblemente habrá salvado su participación hasta final de temporada. Corrían voces que apuntaban a que Nelsinho sería apeado de su monoplaza después de Hungría si los resultados no llegaban y que su puesto iría a parar a manos de Di Grassi o Grosjean, que andan pujando por ese puesto desde sus volantes de GP2.
Sin embargo todo cuadró ayer. Piquet, nacido en Heidelberg, localidad alemana muy cercana al circuito de Hockenheim partía desde el fondo del pelotón, a escasos 5 días de cumplir 23 años y con su futuro en entredicho. Rodaba tranquilamente en tiempos normales y sin hacer alardes de ningún tipo (para eso ya está Alonso, aunque el pobre sufrió más de la cuenta en Alemania) cuando la divina providencia hizo que su parada en boxes, la única que debía realizar, coincidiera con una vuelta antes de que saliera el safety car y se cerrara el pit lane momentáneamente.

Gracias a esto, y a la equivocada táctica de McLaren, Nelsinho se encontró con el liderazgo de la prueba sabiendo mantener a raya a su compatriota Felipe Massa, aunque su sueño se vino abajo cuando regresó a escena el gran candidato al título de este año, el británico Lewis Hamilton, que tras la descarada y reprobable ayuda de Kovalainen enfiló al brasileño de Ferrari pasándole sin ninguna dificultad -dejando al descubierto las carencias del carioca- y marchó raudo y veloz a por el piloto de Renault, quien nada pudo hacer ante tal superioridad de máquina y piloto y tuvo que contentarse con el segundo cajón del podio. Alonso lleva toda la temporada arriesgando por acariciar el champán del podio y sin embargo ha tenido que ser Piquet, muy lejos del español en cuanto a rendimiento, el que ha saboreado las mieles del triunfo. Eso sí, no debe relajarse porque hasta Briatore ha reconocido que se ha debido todo a la suerte.